El fotógrafo
No me hice fotógrafo el día que aprendía a dejar el horizonte derecho.
Me hice fotógrafo mucho antes, cuando en cada juntada con amigos era yo el que llevaba la cámara.
Siempre.
Porque me gustaba guardar cosas. Las caras, los gestos, los momentos que después se pierden si nadie los atrapa.
La fotografía, para mí, es eso: memoria.
Y aunque pasé por todos los estilos —retratos corporativos, eventos, deportes, productos— hoy solo busco una cosa:
la belleza de lo cotidiano.
Salgo a caminar con la cámara colgada como un buscador de tesoros.
No sé con qué me voy a encontrar.
A veces vuelvo con una foto buena. Otras, con ninguna.
Pero siempre vuelvo lleno.
Trabajo en blanco y negro.
No por nostalgia, sino porque ahí no hay distracciones.
Ahí están las formas, las sombras, la luz.
El alma.
Y eso es lo que quiero mostrar.
No busco clientes que necesiten “llenar una pared”.
Busco personas que vean en mis fotos algo que también es suyo.
Una calle. Una mirada. Un silencio.
Algo que se siente.
Soy Guillermo y soy fotógrafo siempre, aunque no esté con una cámara encima.
Porque esto no se apaga.
Y la verdad… no quiero que se apague.

